lunes, 4 de abril de 2011

Mourinho y los gestos de amor


Hay que ver las tonterías que hace uno por amor. En mi caso como tengo dos, pues me paso el día haciendo el gilipollas. Tranquilidad, me refiero a mi novia y mi equipo de fútbol, que con la cara que gasto, ya es mucho. El caso es que si viviéramos en Madrid pues igual el fin de semana nos íbamos a Segovia a comer cochinillo y ver el Acueducto, pero como somos angelinos y mi novia una conspiranoica de los ovnis, pues nos vamos a Nevada a ver la base aérea de Nellis, a la sazón Área 51 para los que creen en estas cosas. Pero vayamos por partes.

Sábado 9 de la mañana y ya estoy en el salón de casa tras meterme entre pecho y espalda un burrito de desayuno y medio litro de café. Tremendo gesto de amor hacia mi equipo, el Real Madrid, porque levantarme antes de las 10 un sábado es algo que no hacía desde mis tiempos universitarios, sin embargo pronto descubro que mi gesto no va a ser recompensado. Me explico.

Que a Mourinho le gusta la tortura infernal del doble pivote ese ya lo sabíamos, sólo así se explica que un tipo con tan poco fútbol como Motta triunfase con él. Que llevaba ya varias semanas amenazando con lo de salir a defender y hacer lo justito en Liga porque el señor Roures le ningunea con los horarios y Villar con sus esbirros los árbitros, también. Que además tenía 5 bajas en el equipo titular, entre ellas, los jugadores con más gol, era de todos conocido, pero lo que no sabíamos era que tenía ese puntito sádico y de maltratador con el corazoncito de los aficionados merengues.

Se podía pensar que dadas las bajas que sufría el Madrid el portugués le daría minutos a gente como Canales y Pedro León, que apenas han jugado este año, y que el seguidor blanco se muere por ver y que triunfen.  Además, tras el buen partido que se hizo en Santander con Granero jugando en rombo, todo apuntaba a que se podría desterrar el doble pivote, al menos en los partidos de casa. Esta concesión al buen juego además garantiza más gol y llegada, que es algo que todo aficionado agradece. Pero nada de nada, al enemigo ni agua y parece claro que entre la legión de enemigos de Mourinho están también los propios seguidores merengues. Al maltrato al aficionado que supone no hacer ninguna de estas dos concesiones anteriores, el portugués sumó ayer su lado más sádico al querer parecerse a Marlon Brando amargando la vida a su enamorada Stella como en “Un tranvía llamado deseo”. Esto último no ya por la alineación y el planteamiento inicial sino por los cambios que hizo, porque lo de quitar a Granero y acabar metiendo a Pepe es una de las mayores obscenidades deportivas de esta Liga.

Y cuidado que nadie se levante de la butaca, que con el portugués el espectáculo no termina con el pitido del árbitro sino cuando se apagan las luces de la sala de prensa. Todavía se atrevió a decir a los periodistas que todo había sido culpa de no disponer de jugadores creativos… Claro, porque Canales, Pedro León, Granero… son rotondas puestas por el Ayuntamiento.

Todas estas ofensas sólo son perdonables porque  los madridistas estamos ávidos de querer y ser queridos. Porque estamos enamorados de nuestro equipo y entregados a un amante, Mou, que aunque nos trata con crueldad, siempre promete recompensarnos con títulos y éxitos. No hay otra explicación, sólo así se entiende el tragarse tantas primeras partes insípidas y alineaciones cobardes.

Empecé el fin de semana haciendo el gilipollas por amor y lo terminé de la misma manera. Me levanté temprano por el Madrid, con la esperanza de ver algo de fútbol o algún canterano debutar y lo acabé el domingo llevando a mi novia a visitar la puñetera base de Nellis, que ya podían haberla puesto en la playa y no en el desierto. Al menos ella sí me quiere de verdad y no hay duda de que buscar luces en el cielo o hacerle fotos a un buzón de correos en mitad del desierto tiene sentido. Sólo por verla feliz hasta merece la pena aguantar que dos maromos enormes, a juego con sus ametralladoras, según ella los “hombres de negro”, me exijan que deje de hacer fotos a la valla que prohíbe el paso a las instalaciones militares. En fin señores, tonterías de enamorados. ¡Qué les voy a contar! Seguro que ustedes también tienen la suyas.