jueves, 10 de marzo de 2011

Muertos que gozan de buena salud

¡Pero si estaba muerto! ¡Pero si nunca hace nada! ¡Hay que quitarlo del campo! ¿Pero dónde están los que meten los goles?  ¡Pero cómo juega este tío! ¡Pero si es un viejo! ¡Pero si se había retirado!...  No tengo por costumbre criticar a los muertos. Mi buena educación me impide hablar de quienes no pueden defenderse así que antes de seguir, permítanme aclarar que de quien les hablo no estaba muerto sino que estaba jugando en un modesto pero orgulloso equipo minero de la Renania alemana. 

El Gran Capitán mandando callar al Camp Nou
Señoras y señores, con ustedes el delantero menos dotado del fútbol moderno, el español que nunca ganó una Eurocopa ni un Mundial, el hombre al que jamás le dieron el Balón de Oro, el chico que murió a los 27 años lapidado por la prensa catalanista y que a los 32 se fue a Alemania a tener un retiro dorado: DON RAÚL GONZÁLEZ BLANCO.

A estas alturas de la película creo que ponerme a enumerar todos los logros del Gran Capitán está de más, no ya por sabido sino por innecesario, ya que un jugador con una carrera de más de 17 años jugando a primer nivel europeo no creo que necesite abogados defensores ni plumillas aduladores. Sin embargo es de justicia hacerle un pequeño homenaje, a ser posible en vida como deben hacerse estas cosas, a un jugador que allá donde ha estado siempre ha sabido ganarse la admiración de los que le rodean. No me refiero a lo deportivo, ni a sus goles, ni a sus pichichis, ni a ser el máximo goleador de la historia de la Champion’s,  me refiero a algo tan poco valorado en nuestro país como su entrega, su espíritu de sacrificio, su voluntad ganadora y afán de superación, su respeto por la historia y por el rival y su disciplina en el campo, siempre sincera y honesta. Porque conseguir títulos en el fútbol, aún siendo difícil, no es algo excepcional. Buenos y malos futbolistas pueden presumir de su envidiable palmarés, pero pocos, muy pocos jugadores pueden alardear de haber conseguido ser admirados en el campo e idolatrados fuera de él.


Un natural de Raul, genio y figura.
Algunos han descubierto tras la reciente eliminación del Valencia en Copa de Europa, con gol del sempiterno delantero madrileño, que el Raulismo, (sí, han leído ustedes bien, he escrito Raulismo), es una religión al alza no sólo en España sino también en Alemania. La prueba es que pocas veces la eliminación de un equipo nacional había sacado a las calles a tanta gente para celebrar el fracaso del equipo de "casa". Cierto que en el equipo alemán jugaban tres españoles, cierto que la colonia de turistas germanos es legión en España, cierto que es tradición alegrarse de las tragedias del vecino en nuestra piel de toro, pero tanta euforia sólo es entendible por la admiración, casi religiosa, por Raúl y la fe ciega en que alguien como él se merece que le pasen cosas buenas. Tal es así, que ya hay muchos de los confesos practicantes de esta nueva fe que admiten públicamente que quieren que el Real Madrid y el Schalke se enfrenten en cuartos de final de manera que Don Raúl tenga la oportunidad de volver a la que fue su casa durante 16 años y pelear por el pase a la semifinal. Nadie, ni los más radicales periodistas catalanes y sus terroristas de la opinión fanática, dudan de que el 7 sería recibido con un Bernabéu puesto en pie en el que 85.000 personas se dejarían las manos a aplaudir hasta que les dieran calambres en los brazos. Más aún, una hipotética elminación blanca, no sólo sería perdonada instantáneamente sino que incluso hay seguidores merengues, Raulistas practicantes, que lo celebrarían en Cibeles, diosa de la vida y de la muerte y capitalina fuente reservada para los triunfos madridistas.

¿Nos hemos vuelto todos locos a tenor de los acontecimientos? En absoluto. La aparición del Raulismo no es más que el reflejo de una sociedad hastiada de falsos mitos, de salvadores de medio pelo, de políticos mentirosos y de periodistas demagogos y fanáticos que para crear héroes tienen que hacerlo sobre los cadáveres de quienes critican. Raúl, al que la prensa española ha convertido en mártir aunque no esté muerto, al que los radicales barcelonistas han insultado y menospreciado sin tregua, se ha convertido ahora en motivo de culto para muchos. ¡Porque maldita sea! Ya era hora de que a la gente buena de este mundo le pasen cosas buenas, porque ser honesto y honrado en el trabajo debe tener su premio y no sólo el peaje de la crítica y el desprestigio.

Raúl ya era parte de la gloriosa historia del Real Madrid y de España. Lo grandioso de su figura pública y sus valores no parece tener límites y si el propio Florentino Pérez le señalaba como próximo Presidente de la Casa Blanca del fútbol es que aún queda Raúl para rato. Además, si el destino le obligase a volver a casa, con una camiseta teñida de azul, a jugar contra el equipo que lleva en la sangre, entonces sí que habría muerto de verdad, como muchos clamaban. Si eso ocurre, y Dios y la fortuna así lo quieran, habrá muerto el hombre para haber nacido el mito.